viernes, 14 de octubre de 2016

Te quiero

Estaba pensando en la frase “te quiero”, y en sus implicancias. Decir te quiero, es como decirle al almacenero “quiero medio quilo de queso mar del plata”. Básicamente el que dice te quiero es un comprador y el que lo recibe, el medio quilo de queso mar del plata.  El te quiero es posesivo, no hay entrega sino un pedido; y la verdad, el amor no se pide, se entrega.  Más vale decir, te quiero para mí, así ya estás en el horno con papas. El amor no es posesión, es libertad (libertad dije, no libertinaje). Asique mejor ámame, no me quieras.

Con esa línea de pensamiento, podemos pensar también, que es egocentrista y confuso. A ver, digo te quiero, parece que hablo de vos, pero no, estoy hablando de mí, de mi necesidad, de mi posesividad, vos solo sos el objeto de esa necesidad.

Y si adentro un poco más en las aguas inestables y posesivas del te quiero me encuentro vagando en el ¿Para qué? Genial ya establecimos que sos egocentrista y necesitadx, ahora me querés, pero ¿para qué? ¿Me vas a agregar a tu colección de personas queribles? ¿Me querés para pasar el rato?, ¿Para qué? Ese detallecito del te quiero es algo que me viene sacando de las casillas desde hace ya un buen tiempo.

Hasta ahora podemos decir que, el “te quiero” es posesivo, confuso, inconcluso y egocentrista. Me pregunto, de verdad, para que mierda decimos te quiero cuando hay tantas gamas de sentimientos, y emociones. Dejemos de ser cagones, y amemos, estimemos, añoremos, inventemos nuevas palabras para describir emociones; pero sobre todo sintamos y dejemos de decir “Te quiero”.