Estaba pensando en la frase “te quiero”, y en sus implicancias. Decir te
quiero, es como decirle al almacenero “quiero medio quilo de queso mar del
plata”. Básicamente el que dice te quiero es un comprador y el que lo recibe,
el medio quilo de queso mar del plata. El te quiero es posesivo, no hay entrega sino
un pedido; y la verdad, el amor no se pide, se entrega. Más vale decir, te quiero para mí, así ya estás
en el horno con papas. El amor no es posesión, es libertad (libertad dije, no
libertinaje). Asique mejor ámame, no me quieras.
Con esa línea de pensamiento, podemos pensar también, que es egocentrista y confuso. A ver, digo te quiero, parece que hablo de vos, pero
no, estoy hablando de mí, de mi necesidad, de mi posesividad, vos solo sos el
objeto de esa necesidad.
Y si adentro un poco más en las aguas inestables y posesivas del te quiero
me encuentro vagando en el ¿Para qué? Genial ya establecimos que sos
egocentrista y necesitadx, ahora me querés, pero ¿para qué? ¿Me vas a agregar a
tu colección de personas queribles? ¿Me querés para pasar el rato?, ¿Para qué?
Ese detallecito del te quiero es algo que me viene sacando de las casillas
desde hace ya un buen tiempo.
Hasta ahora podemos decir que, el “te quiero” es posesivo, confuso, inconcluso
y egocentrista. Me pregunto, de verdad, para que mierda decimos te quiero
cuando hay tantas gamas de sentimientos, y emociones. Dejemos de ser cagones, y
amemos, estimemos, añoremos, inventemos nuevas palabras para describir
emociones; pero sobre todo sintamos y dejemos de decir “Te quiero”.